-¿Que cuántos años tengo?- decía Ángela Lagunas mientras se dibujaba una ligera sonrisa en su rostro, -la verdad es que no lo sé, le calculo que entre 65 y 70 años, en ese entonces no había registro civil aquí en la selva... bueno, ni ahora-, se le escapó una carcajada y siguió caminando abriéndose paso sobre la densa vegetación.
-Las cosas han cambiado mucho allá afuera, pero nosotros queremos seguir conservando con vida a lo que nos dio la vida... mira, observa este hongo, si te lo comes comienzas a ver cosas que no deberías ver... te pones medio loco, pero por eso te digo, pa' que no te lo comas... ¡ya se nos volvieron a quedar tus amigos!-, caminaba y de vez en cuando se paraba a observar semillas y granos que se encontraba en el suelo, -estas si me sirven pa' mis collares, ¿y tú, me vas a comprar mis artesanías?, al ratito regresando vamos a mi cabaña pa' que las veas, verás que te van a encantar-.
El suelo era muy resbaloso, había mucho lodo y hojas de árboles que cubrían el camino en forma de tapete natural, ella caminaba tan ágil que no pudimos acoplarnos a su ritmo, -es que de donde son ustedes el suelo ha de estar muy parejo- decía, -hay que darnos prisa, que aquí en la selva la noche llega más rápido, además deben de traer hambre-, y seguimos nuestro trayecto de vuelta.
-Hay muchos caminos marcados- le comenté, -si así es, pero me los sé toditos, conozco bien la selva, aquí he vivido toda mi vida, aquí corrí de niña y en estos arroyos me he bañado toda mi vida... si, la conozco muy bien, pero ella también me conoce perfectamente a mí-, nos observaba detenidamente mientras nos esperaba, sus ojos se entrecerraban al sonreír.
-Ángela Lagunas es mi nombre, Lagunas porque mi padre nació en una laguna y así dijeron los hombres blancos que se llamaría-, ya la tarde se asomaba entre el techo frondoso de árboles que nos cubría, el olor a ceiba húmeda se hacía cada vez más fuerte y el sonido del agua se seguía escuchando por todos lados.
-¡Ah! tomas muchas fotos tú, quién sabe en qué lugares me traerás después!... pero si un día regresas a la selva trae contigo una de mis fotos y pregunta por mí, no importa que yo ya no esté, los Lacandones te llevarán al lugar donde podrás platicar conmigo. Yo, Ángela Lagunas, me acordaré de ti- sonrió nuevamente y siguió su camino.
Selva Lacandona, Chiapas, 2011.
7 comentarios:
Soy tu seguidora oficialmente :)
Jaja.. gracias Rojita, que honor! =D
hey!! sabia q harias cosas buenas!! jajaja felicidades!
Muy buen trabajo mi querido amigo...
Disculpen por la palabra... pero me ca*** con lo ùltimo que te dijo la doña shh =/
Si así es.. una cosmogonía super linda! =)
Buenas fotos, te felicito Jésus
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